No son las de los nuestros, muertes que se apagan y extinguen luego de la breve marcha por la tierra; la muerte de un revolucionario suele y debe ser un rayo de luz en el alba perenne de la esperanza, vivificando el fuego de la lucha, disipando sombras, andando sin silencios ni amarguras, sin aflicciones perdurables, sin dolores que no amainen y, ante todo, deben ser las de los nuestros, muertes con memoria sin olvidos…

 

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Manuel Vive

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Manuel Vive